7.11.08

Modos de Produccion: El Ladrillo.

Viernes 7 de noviembre de 2008
Marginación social en Córdoba

Clausuran por primera vez un cortadero

El establecimiento productor de ladrillos está ubicado en la ruta 36. Trabajo constató condiciones laborales extremas.




El inspector de la Secretaría de Trabajo contó que no podía creer lo que veía: niños de 2 ó 3 años tapados de mugre, escondiéndose con sus mascotas en las cavidades dejadas ex profeso en las pilas de ladrillos recién horneados. Ningún adulto estaba cerca en esos momentos. Otros niños, que no superaban el metro de altura, correteaban junto a un piletón donde se embalsa el agua que se usa para amasar el barro en una de las primeras etapas del proceso de producción.

En esa misma cisterna de líquido verdoso y hediondo, el 27 de octubre último, alrededor de las 17, encontraron flotando sin vida a Gilda Valdivia Mendoza, de sólo 6 años. "Asfixia por inmersión" fue la causa fehaciente del deceso que se asentó en el informe forense. Pese a eso, la cisterna seguía descubierta.


Gilda vivía con sus padres –ambos de nacionalidad boliviana– en una casucha hecha de ladrillo desnudo y barro, piso de tierra y techo de zinc. La familia tiene por vecinos a personas del mismo origen que viven en habitáculos ruinosos, levantados a metros del pisadero y los hornos de ese establecimiento. Todos trabajan como cortadores.

Sigamos con lo que veía ayer el inspector de trabajo: un adolescente con sus manos y ropas cubiertas de barro trataba de escuchar lo que el empleador de su papá le decía al funcionario a cargo del procedimiento de control.


Néstor Vieyra, delegado colaborador del gremio de los ladrilleros de Córdoba, comentó a este diario que el "muchacho (de unos 13 años) evidentemente trabaja en el cortadero", aunque reconoció que eso no constó en las actas porque el chico no estaba efectivamente trabajando.

Estas imágenes se registraron ayer a media mañana, poco antes de que, en una medida sin antecedentes, se clausurara un cortadero donde trabajan mayoritariamente personas de nacionalidad boliviana, en pésimas condiciones.

El cortadero funciona a la altura del kilómetro 12 de la ruta nacional 36 (en jurisdicción de la ciudad de Córdoba) y figura a nombre de Carlos Rolando Sánchez y/o Armando Sandoval Avendaño (este último de nacionalidad boliviana).

La inspección –a cargo de Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo (Cymat)–, fue requerida por Leandro Vallejos, delegado reorganizador de la filial local de la Unión Obrera Ladrillera (Uolra).

En el momento del procedimiento, Avendaño –quien arrendaría a Sánchez el campo en el paraje La Videla– carecía de la documentación de los operarios que se exige a los empleadores.

Por primera vez. Las condiciones laborales infrahumanas y las violaciones flagrantes a las normas laborales y al convenio colectivo sectorial determinaron ayer la clausura del cortadero, hasta que se regularice la situación. Es la primera vez que la Secretaría de Trabajo dispone el cese de las actividades en un cortadero de ladrillos.

Vallejos celebró la clausura y adelantó que pedirá inspecciones en otros cortaderos "que funcionan en condiciones similares o peores".

"Lamentablemente, muchos empleadores inescrupulosos toman a ciudadanos bolivianos porque saben que de esa manera y por una cuestión cultural de esta gente contarán con la mano de obra de sus esposas e hijos a costo cero", aseguró Vallejos.

"En la actualidad, calculamos que unos seis mil bolivianos trabajan de manera irregular y en "negro" en los cortaderos de la provincia, sobre todo en la ciudad de Córdoba y localidades vecinas", señaló el sindicalista.

Dudas y pedido a la Justicia. Vallejos adelantó que en el caso de Gilda Valdivia Mendoza, las autoridades de la Uolra pedirán a la Justicia "que tome cartas en el asunto para llegar a la verdad". Tienen dudas de que se haya tratado de un accidente.

Es que el 30 de setiembre último, en un cortadero de Bouwer, también murió ahogada en una cisterna Lizech Luz Vilca. La nenita tenía 20 meses de vida y era hija de un matrimonio de origen boliviano.

Héctor Brondo
De nuestra Redacción
hbrondo@lavozdelinterior.com.ar

Fuente:
http://www2.lavoz.com.ar/08/11/07/secciones/sociedad/nota.asp?nota_id=448044



3.11.08

Más familias desean abandonar Ciudad de Mis Sueños














sosperiodista.com.ar
periodismo en primera persona

La semana pasada se conoció que varias familias del barrio ciudad Ciudad de Mis Sueños había abandonado su casa y regresado a Villa La Maternidad de barrio San Vicente. El gobierno comunicó que “no fueron 120 las familias que abandonaron su casa y regresaron, sino que sólo fueron 46”. Medio centenar de familias que cambia el techo de losa por la chapa no parece poco. Sin embargo, no son los únicos. Sosperiodista habló con los que regresaron, pero también con varias familias que aún permanecen en el barrio ciudad pero que “harían lo que sea para volver”. Cuentan de promesas incumplidas, de cómo el barrio potenció la falta de solidaridad entre vecinos y cómo en menos de cuatro años se volvieron aún más pobres.

Los que volvieron. Ciudad de Mis Sueños (CMS) se inauguró el 14 de junio de 2004. Fue habitada inicialmente por 643 familias que provenían de las villas La maternidad, La rotonda, El chaparral, Mandrake, Los 40 guasos, Richardson y Guiñazu sur. También por familias afectadas por el tornado de villa La Tela y que habitaban la estación del ferrocarril Mitre.

Hoy hay quince barrios ciudades. Varios por fuera de la circunvalación y surgidos con el propósito de erradicar a las poblaciones vulnerables residentes en villas de emergencia.

Ramón Medina y su mujer Cristina Tabares tienen tres hijos y fueron “los primeros en regresar desde CMS a la villa La Maternidad, sólo permanecieron un año en el barrio ubicado sobre Ruta 9 sur, kilómetro 69.


“El gobierno vino con la propuesta de una vivienda, de insertar la gente en la sociedad. Hubo gente que aceptó, otra que no se quería ir, venía gente del ministerio y nos decían se van a tener que ir, porque si no se van vienen las topadoras. La gente tenia miedo, tiene 6 o 7 chicos y te dicen que van a voltear la casa con todo adentro, que te van a quitar los chicos, denunciar por usurpación, etc”, dice Ramón. “Hasta sobornaron a la gente con 300 pesos”, agrega. Nos muestra la promesa de pago del ministerio que afirma que la ayuda económica se hará efectiva una vez que el titular ocupe la vivienda en el nuevo barrio.

No todo era miedo. Hubo una gran cuota de ilusión: “Conocíamos el lugar, no conocíamos la situación pero nos entusiasmaba la casa”. Al poco tiempo de estar allí, Ramón no conseguía en qué trabajar. Aislado y sin recursos comenzó a vender sus cosas: un juego de living, muebles, televisor... sólo le quedó la heladera. “Antes de irme hacía changas, soy panadero. Acá alguien siempre te da trabajo. Ahora tengo el puesto de chori al frente”, dice.

Al frente es justo donde se erige el nuevo centro Comercial “Dino” de inauguración próxima y una de las mayores amenazas según los habitantes de la villa: “Cuando se inaugure, Bugliotti (por el empresario que construye el shopping) nos va a querer sacar de acá”, dice Hugo Córdoba que comparte con su esposa e hijos la vivienda precaria con la familia de Ramón.

Hugo resistió. Desafió a las topadoras y se quedó. ¿Qué iba a hacer lejos, sin movilidad a 16 kilómetros fuera de la zona urbanizada? Sus clientes –se dedica a electricidad y plomería- están allí, y además son sus vecinos.

La villa la maternidad está en pleno barrio San Vicente. Llegó a tener 500 familias; hoy viven allí alrededor de120. Miguel Angel Ramírez vivió “toda la vida” en el lugar, “cuando Gino llevaba la leche y la dejaba en las mesas de las casas, con un anota que indicaba paso a cobrar luego”. Es decir: cuando nadie temía ingresar a la villa. Ahora –dice Miguel Angel- te mandan a varios kilómetros y es como si te pusieran el cartel que no se borra: “Pobre”. “De la sota no tiene nada que envidiarle a Hitler. Este hombre ha llevado a la gente al lado de los campos de soja donde hay contaminación”, opina.


Gloria Oviedo y su hija de 25 años discapacitada regresaron de Ciudad de Mis Sueños hace tres meses. Allí no tenía trabajo. Es que en San Vicente o Junior consigue algo para planchar, para lavar. “Pero allá, nada”. Dice que vendió hasta el freezer con el que pensaba llevar adelante un microemprendimiento ayudada por el Gobierno. Lo que nunca sucedió. “En Ciudad de Mis Sueños la vida a mí me fue para abajo: perdí todo”.

También se decidió a abandonar el sueño de la casa propia Luisa Brizuela. Con su hija y dos nietos. Regresó hace un año. Una lista amplia de problemas de salud y hasta un certificado de desnutrición sumado a las dificultades para poder asistir al hospital sin plata y sin medios, no tardaron mucho en convencerla.

“Te prometen todo. Es como que los que habitamos una villa, ‘los negros’ somos contabilizados como un voto, nada más”, dice Cristina Tabares que devolvió la casa del barrio ciudad. Asegura que las asistentes sociales se ocupan y preocupan de las necesidades “sólo al principio”. Luego nadie los recuerda.

La lista. “Dispensarios las 24 horas, ambulancia para emergencias, salida laboral, un futuro para tus hijos, colectivo frecuentes, seguridad. En suma, que íbamos a ser ciudadanos, esa es la lista de las mentiras oficiales -según Cristina- con la que coinciden sus vecinos. “Cuando reaccionás, te das cuenta que no tenés qué carajo darle de comer a tus hijos y que tenés horario para enfermarte. Te hacen perder la ilusión. No te quedan ganas de creer. Nos prometieron una vida mejor, la posibilidad de una vida mejor”.

Tampoco son necios. Saben que muchos están bien en el lugar. “Sólo aquellos que tienen trabajo estable y movilidad”. El resto, se volvió más pobre en el barrio ciudad.

¿Qué es peor decir que viven en la villa La maternidad o en CMS?

- Preferimos que nos discriminen acá, con trabajo. Aunque vivamos entre escombros, coincidieron.

Volverse no fue sencillo. Ramón y Cristina cuentan que la policía aparecía a cada rato en la villa desde que regresaron. “Lo primero que te hace el Gobierno es mandarte la policía”, dice Hugo.

“Queremos que nos dejen en paz. Que nos den una solución linda, sino que no vengan a molestar”, pide Gloria.

Los que aún no pueden regresar. Cristina González aún no cumplió 42 años y tiene 10 hijos, tuvo once pero uno de sus hijos varones falleció. “Cuando murió mi nene, tuve un nieto. Fue como una compensación”.

Hasta llegar a Ciudad de Mis Sueños, Cristina vivió toda la vida en Villa La Maternidad.

A pesar de los censos de las asistentes sociales y las promesas oficiales tendiente a que quienes tuvieran más de 5 hijos de diferente sexo pudieran contar con un cuarto más, los chicos de Cristina – con edad que va desde los once meses a los 20 años- duermen todos juntos y como pueden. En una habitación de tres por tres, una cucheta y una cama grande los albergan. “Da bronca, siempre durmiendo vestidos, a veces con un calor insportoable”, cuenta. Es casi imposible encontrar un momento de intimidad así.

Cristina señala que en Ciudad de Mis Sueños no puede dejar ropa tendida y descuidarse “¿sabés las veces que me robaron? En la villa nadie te tocaba nada”

La mamá de Cristina reconoce que su hija no está bien, pero ella es parte de un grupo de familias a las que la Ciudad de Mis Sueños les mejoró la vida. “Mi marido tiene trabajo”, explica.

No sólo son cuestiones materiales las que motivan el deseo de regresar. “Es tan difícil tener lo tuyo aquí, que te vuelve mas egoísta. Hay gente que conocíamos de La Maternidad que aquí se ha vuelto como desconocida. Hay una falta total de solidaridad”.

En la villa, estabas cerca de todos los hospitales, destaca Cristina. Acto seguido relata varios episodios en los que no consiguió asistencia para llevar a sus chicos al hospital de madrugada. “Ni la CAP (móvil policial) te asiste”.

“Daría mi vida por volver. Yo vivía en el pasaje Leticia ¿te das cuenta? Ahora está hermoso ese lugar, con césped”, dice con los ojos húmedos. “No saben los que es salir de este barrio. Los colectivos pasan cada hora y pico, olvídate por la noche o los fines de semana”.

-¿Y por qué te viniste?

-Porque fuimos tontos, una estúpida. Aunque bueno, imaginate: asfalto, más todas las promesas de servicio que nos vendieron... salud, posibilidad de trabajo, transporte.. “Yo odio el barrio”, resume Cristina.

Luis López, también. Tiene 42. El también vivía en la villa la maternidad. Allí Luis podía llegarse al centro y pedía monedas en el semáforo de Cañada y Humberto Primo. Hoy vive sólo, enfermo y sin dinero para los remedios.

El campo. Estos vecinos de la Ciudad de Mis Sueños aseguran que padecen los mismos problemas de contaminación que sus vecinos de barrio Ituzaingó anexo. Y que nadie le da bolilla al asunto. Luis dice que se le cae el pelo (lo muestra) y que tener diarrea es frecuente.


Todos coinciden. Mónica López (también vivía en la Villa la Maternidad) le pide a su chiquita (uno de sus seis hijos) que muestre las huellas en la piel: en el dispensario del barrio le dijeron que era sarnilla, pero asegura que ningún tratamiento específico le quita las marcas. “En la asistencia pública me preguntaron si vivía cerca de un campo”. Todos sospechan de los agroquímicos usados para fumigar los predios sembrados que lindan con el barrio.

Cristina González, Luis López y Mónica López coinciden: La gente saca lo peor de sí en el barrio ciudad. La falta de solidaridad es total y la inseguridad y la agresión están a la orden del día. De hecho mientras conversábamos, dos mujeres jóvenes se agarraron literalmente de los pelos y una fue a parar al dispensario, por un corte en la cara.

Uno de los hijos de Cristina no regresó a tiempo de comprar pan criollo: lo dejaron atado en el campo sin la plata y sin las zapatillas. Otra de sus hijas fue víctima de una familia entera que la golpeaba por “ser bonita” aunque el problema de fondo era que provenía de una villa diferente. “Es un campo de concentración que saca lo peor de nosotros”, insisten.

Con el diagnóstico, coincide Roxana, una bella mujer de 31 años que ya tiene ocho hijos y que a diferencia de sus vecinos, proviene de Villa Las Lonjas. Su marido es carrero y gasta un dineral en cospeles para ir y volver del centro.

- A Cristina la convenció la posibilidad de dejarle una casa, “algo” para sus hijos, el asfalto.. y las promesas de salud , seguridad, trabajo y transporte frecuente.

- A Luis, dejarle la casa a su hijo y la certeza de que lo iban a ayudar con un microemprendimiento: “Quería poner un pequeño vivero”, cuenta.

- Roxana señala que padeció inundaciones los días previos a la oferta de la casa. No tuvo mucho tiempo para pensarlo. A las 13 horas de un día de junio de 2004 le dijeron “a las 15 te mandamos el camión: cargá tus cosas”.

Ninguno de ellos conocía dónde iba ir a vivir. Contrariamente al resto de la gente que ve la casa que comprará o alquilará, para los pobres ese tour no existe. “De todos modos hubiéramos venidos. Nunca nos íbamos a imaginar esta vida”.

Todos juran que volverían a sus villas. Al mismo lugar que dejaron pensando que encontrarían una vida mejor.

Tan dramática es la vivencia en Ciudad de Mis Sueños que los recuerdos de su vida anterior son selectivos; si alguien los escucha no imaginaría que hablan de regresar a asentamientos marginales: aseguran que allí tenían trabajo, acceso a la salud, vecinos solidarios. De todo eso carecen en Ciudad de Mis Sueños. Por lo que el Gobierno no debería extrañarse si en un próximo relevamiento, la cantidad de familias que regresan son muchas más que las “sólo 46” (Esa cifra surge como respuesta oficial a un informe difundido por el diario Día a Día).

En junio de 2004 y con la presencia del ministro de Planificación Julio De Vido, De la Sota dijo: “Pero así como vamos a premiar, no me va a temblar la mano para firmar la orden de desalojo de aquel que dañe viviendas, que perturbe la vida de este barrio, que venga a sembrar violencia o discordia, esos mejor que no vengan”.

Si las cosas siguen así, no habrá que desalojar a la gente más allá de cual sea el comportamiento que tengan. Solos, y a medida de que consigan “unos pesos para conseguir materiales”, muchos de ellos se irán en busca de otro sueño sin que se lo pidan.

Fuente: Sos Periodista